martes, 19 de septiembre de 2017

"CHE, luchar por un mundo mejor”


"CHE, luchar por un mundo mejor”
                                                                  de Pacho O´Donnell
Una nueva versión, con nueva documentación e información, de la biografía de Ernesto CHE Guevara que se lee en todo el mundo, traducida a nueve idiomas.
El libro describe con detalle la biografía humana y política del Che. Su asma recurrente y perpetua, sus deseos de combatir la injusticia, la lucha por la igualdad de los pueblos, su pelea frente al imperialismo “yanqui”, incluso sus diferencias con los líderes de la URSS. Escrito con detalle y agilidad, este libro recorre la infancia, juventud, combates, decisiones transcendentales, familia y amores de este icono de la izquierda mundial. No es una biografía al uso. Se trata de un libro ameno, escrito con brillantez literaria que aporta nuevos datos gracias a la minuciosa investigación que el autor ha llevado a cabo con mujeres y hombres que conocieron al Che y con documentos descatalogados de la CIA.
Fragmento / Fidel eligió sus mejores ochenta hombres, número al que podía armar convenientemente, y con ellos decidió atacar el bien defendido cuartel de El Uvero. Divididos en tres pelotones, conducidos por Fidel, Raúl y Camilo, llegaron al lugar luego de marchar toda la noche. El Che tenía la misión de cubrir con su ametralladora uno de los flancos.

Tardaron casi tres horas en tomar el cuartel y el combate fue furioso. A los rebeldes les costó quince heridos, pero el ejército de Batista sufrió catorce muertos, diecinueve heridos y otros catorce prisioneros. Para el Che fue "la victoria que marcó nuestra madurez. A partir de esta batalla, nuestra moral creció tremendamente; también aumentaron nuestra resolución y nuestras esperanzas de triunfar".

No bien ingresó en el cuartel el Che se ocupó de los heridos. Tuvo que cambiar una vez más el fusil por el ‘uniforme’ de médico que, en la práctica, consistía sólo en un lavado de manos para quitarse la tierra y los rastros de pólvora. El médico del ejército estaba tan asustado que no podía atender a nadie por lo que el doctor Guevara se hizo cargo de todos, por orden de gravedad, sin distinguir entre propios y enemigos.  Luego recibió la orden de permanecer en el lugar con los maltrechos mientras Fidel se alejaba con quienes estaban en condiciones de combatir lo más rápidamente posible pues se aproximaba un batallón enemigo.

“Conmigo quedaron mis ayudantes Joel Iglesias y Oñate, un práctico llamado Sinecio Torres y Vilo Acuña, que se quedó para acompañar a su tío herido, Manuel, y siete heridos, de ellos cuatro graves que no podían caminar”, escribiría el Che en su diario. Años después Acuña con el seudónimo de ‘Joaquín’ acompañaría al Che también en Bolivia como jefe de su retaguardia y allí perdería su vida en la emboscada de Puerto Mauricio.

Apenas pudieron cubrir cuatro kilómetros hasta un rancho abandonado donde permanecieron un día reponiéndose del cansancio y de las heridas, pero debieron continuar la huida para no caer en manos del ejército. A tres de sus hombres había que cargarlos. "Las marchas eran fatigosas e increíblemente cortas -asegura el Che-. Los heridos tienen que ser transportados en hamacas colgadas de un tronco fuerte que literalmente destroza los hombros de los portadores, que tienen que turnarse cada diez o quince minutos, de tal manera que se necesitan de seis a ocho hombres para llevar un herido en esas condiciones". Estaban agotados y encima la lluvia hacia más difícil el traslado. Cuando ya desesperaban divisaron una casa que pertenecía a la familia Pardo que los alojó valientemente durante un mes.

 El Che, por su parte, aunque no había sufrido lesiones por las balas tampoco podía moverse por el asma. Se le habían acabado los medicamentos y trataba de disminuir sus ahogos fumando la hoja seca de ‘clarín’, un remedio de la sierra que le harían acordar a los cigarritos ‘del doctor Andreu’ que inhalaba durante sus crisis infantiles. Una campesina, La Chana, recordará que el argentino al asma “trataba de contenerla, de amansarla. El se refugiaba en un rincón, se sentaba sobre una piedra y la dejaba descansar. No le gustaba que una le tuviera lástima”.

Pese a su debilidad recorrió el camino en forma inversa para recuperar las armas que sus hombres fueron tirando para poder transportar a los heridos. No estaba dispuesto a que Fidel lo reprendiera dos veces por la misma causa. Luis Crespo, aquel que ayudase al argentino cuando el desembarco del Granma, fue testigo del encuentro el 16 de junio: “¿Tú sabes lo que es que llegue y le diga a Fidel: ‘Vos, ahí tenés mi tropa’. Con todas las armas viejas que Fidel había dejado guardadas en el Uvero. Recogió todas las armas rotas. ¡Todo lo recogió, todo!.” Además había aumentado su fuerza a veintiséis hombres con varias incorporaciones de campesinos. Fue ese un gran día para el Che.

Para mayor alegría supo que otro médico, el doctor Martínez Páez, se había unido a la guerrilla y entonces el argentino se sintió relevado de sus obligaciones asistenciales. Cuando le regaló su instrumental y su botiquín al nuevo, avisó: "Desde hoy dejo de ser médico para ser guerrillero".

Poco después, el 22 de julio, Fidel, convencido ya de su valía, lo eligió para convertirlo en el primero en recibir el grado de Comandante.  Y lo hizo sin ninguna ceremonia. Fue en ocasión de enviarle una carta a Frank País, condoliéndose por la muerte de su hermano asesinado por el gobierno, cuando en el momento en que el Che la firmaba e iba a poner su cargo de "médico del Estado Mayor", Fidel le ordenó: "Pon Comandante". Ernesto Guevara anotó en su diario que ese día se sintió "el hombre más orgulloso de la tierra" e hizo referencia al símbolo de su nombramiento, una pequeña estrella que prendería en su boina y que la emblemática imagen de Korda, el fotógrafo cubano, inmortalizaría en millones de posters, pancartas y murales. 

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