Canibalismo y venganza en el motín más sanguinario de la historia argentina
“La historia del motín me atrapó. No por lo que conocí en ese momento por los medios de comunicación, sino por lo que no sabía ¿Por qué algunos hombre s pueden llegar a esos extremos? Matar, descuartizar, violar o cocinarle carne humana a los rehenes. Me interesaba más la vida de los Doce Apóstoles que la masacre.
De a poco se fue armando una historia que es imposible que la imaginación más descontrolada pueda superar...”
En la Semana Santa de 1996, en el penal de Sierra Chica, ocurrió el motín que más se recuerda en la historia carcelaria argentina. Los rebeldes tomaron diecisiete rehenes, incluida una jueza, mataron a ocho presos (a siete los incineraron) y mantuvieron en tensión al país durante ocho días.
Cuando se nombra a Sierra Chica, la memoria remite a los Doce Apóstoles y a las empanadas de carne humana que le hicieron comer a los rehenes. Como si fuera una macabra comunión, ofrendaron el cuerpo y la sangre de uno de los presos a cuatro carceleros.
Los protagonistas hicieron voto de silencio, por eso no se defendieron en el juicio. Once años después, el autor viajó a la prisión de Sierra Chica con uno de los Apóstoles que está en libertad a revivir la historia.
Beldi descubre el velo que ocultó la masacre de Sierra Chica y, al mismo tiempo, plantea que no se trató de un hecho espontáneo e irracional, sino de una historia de odios guardados durante años.
El silencio de los involucrados que mintieron en el juicio para conseguir privilegios, por miedo o por devoción a los Apóstoles, mantuvo escondida una verdad que el autor descubre luego de una exhaustiva investigación.
En su relato, Beldi incorpora la jerga y los códigos carcelarios y llega a otro hallazgo sorprendente: la intimidad de las tumbas. Historias de sexo entre los presos, los cuchillo largo con sus cejas depiladas, los boxindanga, los dinosaurios, y hasta un sacerdote de misas negras, son ingredientes reales de este mundo ahora develado de Los Doce Apóstoles.
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